La Mentira Organizada

Ya va siendo hora de despertar y darse cuenta, aunque ya muchos lo han hecho, que todos los tópicos que la enseñanza tradicional, los valores culturales y las grandes frases de los pensadores y políticos son una inmensa patraña.

La primera de todas es ese tópico que nos dice que «quien no conoce la historia está condenado a repetirla». Mentira. Hay quienes encuentran en la historia y en los hechos del pasado inspiración para sus bestialidades. Hemos tenido desde dictadores admiradores del antiguo Imperio Romano hasta asesinos en serie que se copiaban unos a otros. Pero no es necesario recurrir a casos extremos. La ideología conservadora, esa que está en el poder ahora mismo en nuestro país, se basa en el mantenimiento de tradiciones económicas y sociales que vienen de siglos atrás. A veces pienso que es preferible ignorar el pasado porque para algunos la tentación de repetirlo y mantenerlo es demasiado grande y su intención de hacernos retroceder en el tiempo una amenaza real.

La segunda es que el esfuerzo siempre es recompensado. Mentira. Esa «cultura del esfuerzo» es una falacia y casi todos los trabajadores lo saben. La mayor parte de los empleos del siglo XXI son temporales y precarios y por tanto el esfuerzo, entendido como un sacrificio personal o como una especial dedicación, no tiene ningún valor. Tu salario y tus derechos sociales pueden verse mermados o tu contrato se acaba e irremisiblemente vas a ser despedido aunque seas el mejor en tu puesto y a veces precisamente por eso.

La tercera es esa convicción de que hay una especie de justicia cósmica -a veces la identificamos con el tiempo otras con alguna figura religiosa- que en un momento, en cualquier momento de hecho, va a situar las cosas en su sitio, poner a cada cual en su lugar y arreglar todos los desmanes que hemos venido sufriendo. Mentira. El tiempo no pone a cada uno en su lugar, el que la hace no la paga y no a todos los cerdos les llega su San Martín. A ese desalmado que se ha colado para quitarte la plaza de aparcamiento no le va a caer una maceta en la cabeza provocándole una dolorosa herida. Eso no pasa. Nos gusta imaginarlo pero no sucede jamas.

Estos tres ejemplos que me han venido a la cabeza, no se porque, el día en el que Donald Trump ha ganado las elecciones en los Estados Unidos de America, deben hacer reflexionar a quienes todavía tienen esperanza en que el sistema cambie y acoja a los que ha ido dejando fuera. No va a suceder. Nadie va a venir de ningún sitio a sacarnos del hoyo. Nada que no hagamos nosotros será posible.

No podemos dejar que el tiempo sea nuestro juez, ni podemos admitir que la única compensación al esfuerzo y el trabajo de una parte de nuestra gente sea una sentencia de pobreza crónica. Hay que cambiar el rumbo de la historia. Ni queremos repetirla ni queremos que nos la roben. Hay que poner encima de la mesa valores de solidaridad que sean verdaderamente útiles al conjunto de la sociedad y retirar del debate los razonamientos que basan el funcionamiento social en la competencia. La competencia puede ser útil para determinar cual de los dos bares de la calle sobrevive pero no puede ser la regla que determine que personas sobreviven y quienes no. De nosotros depende.

Hartazgo

Pues si, estoy harto. Harto de hablar de culpas, responsabilidades, votaciones, abstenciones… Harto de señalar con el dedo y de que me señalen, harto de desconfianzas, harto de palabras, palabras y mas palabras la mayor parte de ellas vacías de cualquier contenido serio. No importa si se ha perdido una oportunidad o si esa oportunidad nunca existió realmente. Entre todos hemos tomado las decisiones que nos han traído aquí, un 4 de Noviembre de 2016, en el que los miembros de un nuevo gobierno nombrado por Mariano Rajoy han tomado posesión de sus cargos.

¿Fracaso? Es posible, pero la cadena de acontecimientos -que no voy a repetir- indica que las opciones eran, y son, muy limitadas. Las estrategias de algunos de los jugadores nos llevaba a lo que los ajedrecistas llaman «posición cerrada». Una situación en la que se suele pedir tablas porque, aunque hay movimientos posibles, a nadie conviene arriesgar moviendo ficha. Por tanto hablar de fracaso es, quizás, exagerado. Nadie, ni siquiera el PP, está hoy mejor que en Diciembre o en Junio. Es cierto que Rajoy es el presidente del gobierno y que tiene la amenaza de la convocatoria de elecciones en mayo para intentar atar corto al PSOE, pero también es cierto que no dispone de demasiado margen de maniobra. Si el PP se empeña en mantener sus posiciones a ultranza se puede encontrar con el disgusto de la opinión pública y la consiguiente perdida de apoyos. Una nueva convocatoria electoral no le iba a salir gratis.

Entre tanto, mientras los demás se preocupan de lo que pudo ser y no fue o dedican su tiempo a reconstruir lo que ellos mismos han derribado, nosotros tenemos una tarea apasionante que realizar. Hay todo un partido que organizar. Los mimbres son buenos y firmes pero hay que consolidar lo construido con la ilusión y el trabajo de todos. Tenemos que convertirnos en las células madre capaces de influir positivamente en el entorno cercano y revitalizar el tejido social. Hemos de ser reconocibles. La gente cercana debe saber que puede contar con nosotros, que puede canalizar a través de nuestra organización las quejas/sugerencias/loquesea y que daremos respuesta aunque esa respuesta sea negativa. Mucho trabajo, mucha gente, muchas horas…

Por eso estoy harto. Porque ni podemos ni debemos perder mas tiempo. Porque la gente no tiene porque esperar a que nosotros dejemos de mirar nuestro ombligo, a que saquemos conclusiones de nuestros errores, que seguro hemos cometido, y de nuestros aciertos, que también ha habido y muchos. Vamos a vivir momentos complicados porque el fin del ciclo electoral puede hacer que baje la participación en los círculos pero no debemos desanimarnos, al contrario, hay que vivir los nuevos tiempos como una magnifica oportunidad que no debemos desaprovechar.